viernes, 1 de abril de 2011

Cuando el mar se vuelve dulce y las lágrimas saladas.

Desaparecer era lo único que quería cuando sentí por primera vez esa sensación de soledad, de imperfección, de estar apartada de los demás. Él siempre intentaba alentarme diciéndome que no pasaba nada, que yo no era igual que las demás, yo no era una Barbie, era una chica de verdad, siempre con esa gorra morada tan graciosa con la que no se le veían los ojos. Le quería muchísimo, por encima de todo, era como un hermano mayor, como un ángel de la guarda. Le quería sobretodo cuando me decía "venga, ya, ya está, no pasa nada, canija, todo ha pasado, cuando sonríes eres una chica de la portada de ELLE", y yo le sonreía y me caía una lágrima que sabía salada. Acto seguido, sin que yo dijese nada, me abrazaba y me ponía su gorra. "Tú eres una chica fuerte, tonta, no llores por no haber conseguido que un momento fuese perfecto, contigo, todos son geniales."

No hay comentarios:

Publicar un comentario