lunes, 30 de enero de 2012

Fuerza.

Ring, ring. Suena el despertador, otro día de rutina. Me pongo en pie, me visto, le doy un beso en la frente a mi mujer y marcho hacia el hospital. Me monto en el coche y enciendo la radio para olvidarme de todo.
-Buenos días, doctor González. Segunda planta, tercera puerta, departamento de oncología.
-Gracias, Sara.
Ascensor. Segunda planta. La música de típica de ascensor me inunda los oídos y me aprisiona la cabeza. Cruzo un par de "holas" con la gente de mi alrededor cuando el ascensor da un bote. Únicamente bajo yo. Echo a andar y mis pasos retumban en todo el pasillo. Me paro en seco frente a la puerta de oncología, algo en mí no quiere pasar... Al fin me decido y entro, al fin y al cabo estoy retrasando lo que tarde o temprano tiene que pasar. Al entrar pregunto cómo ha pasado Xabi la noche y Eva me contesta que Xabi ha tenido varias recaídas durante la noche y que la próxima habrá que sedarle. Su voz me llega con eco. Me duele todo, me escuecen los ojos... Oigo unos pasitos de algodón al final del pasillo, su cabecita calva, sus débiles manos, su cara pálida, sus ojos tristes y, a pesar de todo, una enorme sonrisa ilumina la sala de espera. Todos sabemos que la quimio está pudiendo con él, que cada día está peor, pero nadie quiere aún pensar en lo peor. Aún recuerdo, tres años atrás, las caras de dos padres preocupados que me presentaban el caso de Xabi. Todas las pruebas que se realizaron, para al fin determinar la terrible noticia de que Xabi padecía leucemia. Eva me comenta que la habitación está lista para sedarle, pero ya es demasiado tarde, la cabecita de Xabi recaía sobre mis brazos, poniendo fin a los tres años de sufrimiento.

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